Uno está loco, en un hospicio.
Y habla necesariamente de eso...
Fuma, toma mate y aprovecha la lucidez
-los intervalos-
para
amar y amarse,
para mirarse en el espejo
y recopilar todos los extrañes,
para contabilizar todas las ternuras,
para armarse del coraje imprescindible...
¡Y por fin... escribe!
La carta necesariamente dice:
“Estoy aquí en el hospicio
Y te necesito”.
A veces, la carta vuelve
y es caricia.
Entonces, uno desempolva la sonrisa.
Pero uno se cansa
de decir te necesito
y necesitan que lo necesiten.
Mientras espera que eso ocurra,
Y habla necesariamente de eso...
Fuma, toma mate y aprovecha la lucidez
-los intervalos-
para
amar y amarse,
para mirarse en el espejo
y recopilar todos los extrañes,
para contabilizar todas las ternuras,
para armarse del coraje imprescindible...
¡Y por fin... escribe!
La carta necesariamente dice:
“Estoy aquí en el hospicio
Y te necesito”.
A veces, la carta vuelve
y es caricia.
Entonces, uno desempolva la sonrisa.
Pero uno se cansa
de decir te necesito
y necesitan que lo necesiten.
Mientras espera que eso ocurra,
uno fuma, toma mate,
se amanece y se desvanece.
Pero...
si eso no sucede
uno
necesariamente
muere.
se amanece y se desvanece.
Pero...
si eso no sucede
uno
necesariamente
muere.
(Marisa Wagner, 1954-2012)