Su pezón derecho contra mi pezón derecho,
su pezón izquierdo contra mi pezón izquierdo.
Los pechos planos como bizcochuelos sin levar
mirándose uno al otro
en la espesa calma de la infancia.
Su mano retorciendo
mi muñeca con la furia
con la que nuestras madres estrujaban la ropa
lavada a mano.
Cuando mamá entró y nos encontró,
me agarró y arrastró a esa intimidad
donde la reprobación tira del amor
como un desgarro.
Pensé en irme para siempre,
en abandonar la familia.
No pude decirle que eso que hacíamos
era amarnos como ellos nos habían enseñado.
Pequeños receptáculos del amor y del odio
que ellos se convidaban allá afuera,
en la árida estepa familiar
donde todo el año era invierno
y el cariño se racionaba
como el agua eléctrica
o la electricidad.
(Luciana Reif, 1990)
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