Era una noche muy oscura.
Andaba por el jardín con mi perro.
Otras noches, la luna
o las luces de la ciudad
que hacen brillar las nubes,
permiten ver el camino,
las ramas que lo cruzan
y los troncos en el piso.
Pero esta vez
la oscuridad nos encerró
y se perdieron los caminos.
Me dejé llevar
a tientas por el perro
que ahora tiraba de la cuerda
como queriendo,
también él, escapar de ahí.
No es la luz nuestro destino:
no nos espera la luz.
Nos espera un jardín a oscuras.
A veces con la suerte de tener
un perro.
(Pablo Baca, 1958)
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