desempañé el espejo y me miré la cabeza:
otra cana.
Una más.
Hace tiempo que vienen apareciendo
y a esta altura parece una invasión.
Lo peor de todo
es que no pude defenderme.
Ganaron territorio de forma silenciosa
y ya nada me pertenece.
¿Cuántas son?
Perdí la cuenta.
Igual no tiene sentido
llevar un registro de eso:
es una batalla perdida.
Algo empieza a partir de ahora:
la suave despedida de la carne
el desfallecer lento de la memoria
las resacas y las erecciones
cada vez más espaciadas.
Es tiempo
(¡tiempo es lo único que no tengo!)
de pensar con tranquilidad en varias cosas:
el cajón
el testamento
y el Incucai.
(Walter Lezcano, 1979)
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