ya tiene 15 años
y cada vez la veo más flaca.
Sé que es algo irreversible,
por eso me agacho
para acariciarla un rato largo.
Contenta, acepta mi mano sobre su lomo
y yo, otra vez,
vuelvo a caer en la trampa
de creer que el cariño
puede solucionar algunas cosas.
(Gustavo Yuste, 1992)
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