A la siesta
había que dormirla
Amasar las horas
que corrían para atrás
Armábamos casas
con sábanas
puentes tembleques
de cama en cama
que no soportaban ni la sombra del pie
Nos acostábamos juntos
los cuerpos flacuchos
llenos de aburrimiento
Hacíamos guerra de lenguas
Hoy sé
que el primer beso
fue entre nosotros
había que dormirla
Amasar las horas
que corrían para atrás
Armábamos casas
con sábanas
puentes tembleques
de cama en cama
que no soportaban ni la sombra del pie
Nos acostábamos juntos
los cuerpos flacuchos
llenos de aburrimiento
Hacíamos guerra de lenguas
Hoy sé
que el primer beso
fue entre nosotros
(Paulina Cruzeño, 1983)
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